MECÁNICAS GRÁFICAS Y ORGÁNICAS

Texto para el catálogo de la exposición Tejiendo el Tiempo. 2013

Antonio Sánchez García

 

 

A medio camino entre mecanismos de visión y de escritura, entre la ciencia exacta y la intuición perceptiva, recuerdo instantáneas tomadas de microscopios o de máquinas caleidoscópicas. 

Quizás engranajes en movimiento registrados en la retina ocular, recuerdo fotogramas de Cinéma Pur o evocaciones a fragmentos de tipografías alteradas. De todas estas reminiscencias, la obra de Lourdes Méndez-Germain se acerca más, en cuanto a proceso, a las modulaciones del trazo caligráfico desvinculado de su función lingüística y transformado en composición gráfica. Y por extensión, en aquellas imágenes creadas de manera informática, esa modulación se traduce en extrusión matemática que, aún así, no pierde el carácter voluble de la escritura.

 

Ejecución basada en la repetición que, mediante el replanteamiento de imágenes iniciales depurando sus contenidos, consigue unificar una trayectoria de trabajo consolidada. 

Siendo inicialmente ejercicios de dibujo ensimismado, arabescos de trazo ligero, ha creado composiciones sólidas, más allá de si los procesos utilizados acaban en el mismo dibujo manual o si se produce una restructuración digital. 

 

La referencia ineludible al mecanismo generador, ya sea mediante cálculos o a través de una operación puramente física, viene asociado a un proceso de trabajo lento basado en la concentración. 

 

Se trate o no de fractales, las mismas estructuras de minúsculos poros de un tejido celular reaparecen en majestuosos paisajes a mayor o menor escala. La multiplicación de elementos en redes es una de las características que tienen en común los cuatro bloques que puede distinguirse en las obras mostradas. 

 

 

I. De caligrafías o dibujos derivativos. 

La historia de la escritura, su evolución, es la del gesto de la mano y su transferencia al soporte. 

El “ductus” crea orden, sentido, estructura y proporción en los caracteres modulados de los que se obtiene casi una línea continua de escritura. La aparición de la máquina no produce un resultado plástico distinto, sino una consecuencia inmediata de lo manual. En otro ámbito, la grafía hecha con luz imprime latencias de una realidad trasladada. 

Ambos procesos implican la abstracción del signo o del referente real: las letras se descomponen mediante el dibujo y la transcripción de una perspectiva figurativa se ha convertido en registro lumínico fotografiado.

Es la letanía o el “mantra” del texto, frente a la palabra lógica. Evasión de una cotidianidad sobrecargada.

 

 

II. El fotograma caído. 

Algunas obras parecen fragmentos de secuencias microscópicas de las que es posible inferir un antes y un después. Por esa razón, cada imagen no puede entenderse estrictamente como “imagen fija” sino como “imagen potencial”, aludiendo a una acción nemotécnica, imaginativa o lógica. Enlaza, por lo tanto, con una reflexión sobre el documental audiovisual, no sólo un experimento plástico, sino como una analogía de la percepción y de la retentiva. Son fotogramas perdidos de la secuencia completa, piezas sueltas de la cadena, un hecho que nos hace perder la conciencia de lo temporal.

 

 

III. Génesis de la materia. 

Mapas del cielo y de los objetos. Gracias a esa particular plasmación cinética, se recrean formaciones primeras de ciclos vitales. Recuerdo entonces, la película de Terrence Malick “El árbol de la vida” (2011), sus analogías entre la estructura de la materia y la experiencia vivida (sentimientos-pulsiones-muertes), sucesos acompasados por una atmósfera que envuelve vacío, calor, luz o desnudez... 

Las partículas elementales y su evolución cíclica parecen tener más peso en su abstracción que el propio  individuo y su experiencia.

Se presiente, en las obras puramente digitales, una lógica interna que quizás tenga que ver con el propio fundamento matemático que las construye o con códigos numéricos generadores de sus contenidos. Así, los elementos están ordenados en las imágenes asemejándose a cómo Emanuel Swedenborg concibe, a partir de su crisis espiritual (1744), las leyes de la naturaleza en “Arquitecturas del cielo”.

 

 

IV. Mecánicas para la construcción de imágenes. 

Es inevitable asociar algunas de estas imágenes con resultados generados a partir de máquinas ópticas. La invención de dispositivos de producción de imágenes, heterogéneos entre si, han sido innumerables a lo largo de la historia. En resumen, estas máquinas sirven para intentar recrear lo natural-biológico o para teatralizar el propio mecanismo. Entre otros muchos, se puede mencionar a Julio Le Parc (“Lumières alternées”, 1971), Haus-Rucker-Co (“Enviroment-transformer”, 1968), Attila Csörgö (“Remolino esférico III, 1999) y muy especialmente, las máquinas de Olafur Eliasson (1967). 

Me parece, entonces, oportuno comentar el contraste entre la máquina metamórfica (1646) de Athanasius Kircher y cualquiera de las de Eliasson. El primero, en mi opinión, manifiesta una sensibilidad al intentar realizar inventarios de nuestro mundo y su representación. El segundo se concentra en impresiones concretas sobre percepción y movimiento.

 

 

 

Esta muestra en conjunto puede evocar composiciones sonoras oníricas, traspasando lo visual a otro ámbito perceptivo. Entre el mecanismo generador, humano o artificial, y sus productos en forma de obras gráficas, Lourdes Méndez-Germain interfiere en el proceso de automatismo registrando sucesos motrices en imágenes de trazo flexible y reticular.