MUTACIONES
SALA DE ARTE EL BROCENSE. CÁCERES. 2010
Bajo la premisa de la ambigüedad que se produce en el acto de la percepción, cuestiono cómo transitamos por nuestro espacio cotidiano, de que forma concebimos la realidad visible y la no visible y cómo experimentamos el transcurrir del tiempo biológico.
Este proyecto persigue descubrir las fronteras entre el universo virtual y el mundo de los objetos interpretado por la máquina, entre lo analógico y lo digital y entre el pasado con el presente.
UNIDAD MÚLTIPLE
Enric Tormo Ballester
Catedrático de Dibujo.Universidad de Barcelona
Creo que redactar un pequeño texto para el catálogo de una exposición de arte, es algo así como confeccionar un mal manual de uso. Se debe ubicar la obra presentada
e indicar al posible espectador cuáles son sus méritos y deméritos. También se debe destacar la personalidad del creador. Transformando todo el conjunto, autor y obra, en una mercancía.
Es parecido a cuando alguien compra uno de esos aparatos modernos que van enchufados a la corriente eléctrica y para saber su funcionamiento es necesario tener un
pequeño opúsculo donde se listan los pasos a seguir para que todo termine funcionando, supuestamente bien. Siempre me ha sorprendido que la primera acción sea conectar el aparato. ¡Obvio! ¿Para
eso se necesita un libro de instrucciones? La segunda acción es darle al interruptor. ¡Nuevamente obvio! El resto de indicaciones siguen la misma tónica de sucesión de obsedidas. Entonces nos
asaltan tres dudas:
¿Cómo hemos llegado al aparato y al librito de instrucciones? Nadie nos ha indicado el camino hasta el comercio. Nadie nos ha dicho como llevarlo a casa. Nadie
tampoco nos ha dirigido en su desembalado.
¿No será que existe algo que está por encima de todo, una guía suprema? La respuesta es obvia, también. Existe lo que se denomina sentido común, aquello que gracias
a la experiencia, nos señala sin equívocos cuál es el itinerario. Cuáles son nuestros límites y capacidades y sobre todo nos identifica a nosotros mismos en relación al entorno.
¿Siempre andaremos con el librito de instrucciones? ¡No, nada de eso! Lo olvidaremos rápidamente depositándolo con todo esmero en un cajón para que esté a buen
recaudo, por si acaso… la confianza en nosotros mismos no tiene límites.
Pues bien, mi consejo es que se olviden de este texto y contemplen lo que la autora Lourdes Germain nos muestra. Déjense guiar por ustedes mismos, por su
sentido común, por su buen gusto, por su intuición, por sus valores estéticos, por su moral, háganse únicos valedores de sí mismos. Personalmente me ofrezco a ser su acompañante mientras dure la
visita y les brindo mis comentarios sobre lo que estamos viendo. Nada del otro jueves, soy un simple mirón de arte y buen paseante.
Lo que salta a la vista es que estamos frente a una muestra de arte digital no figurativo, entendiendo que lo digital pueda ser arte. ¿Acaso no lo es? Nos
preguntaríamos. Francamente no estoy muy seguro. No lo es en los términos absolutos tradicionales. Aquí, se utiliza lo computacional como herramienta de trabajo, igual que un pincel o un lápiz o
un …, pero estos, nada tienen que ver con el entorno digital. Cuando con ellos efectuamos un trazo, un movimiento, un gesto, este queda reflejado en el soporte contagiándose del motivo impulsor,
circunstancia que no sucede en un ordenador. Aunque nos parezca tener útiles parecidos, no lo son. A ellos se les sobrepone una interfase que es incapaz de emocionarse y que es la responsable de
dar forma a nuestro sentir. ¿Entonces cómo deberíamos entender ese arte? Lo podemos lograr imaginándolo como un proceso basado en un diálogo a tres bandas. El iniciador es el individuo, en
nuestro caso la creadora, que conecta y acciona el interruptor del equipo, espera un rato para que todo luzca en su pantalla y entonces elije un programa, segundo elemento del diálogo, con el
cual interactuar. Tal elección señala el idioma con el cual va a hablar, a comunicarse, con ella misma, con nosotros y con la máquina. El tercer término discursivo es la obra resultante, que se
erige como guía de actuación. Decimos guía, y aquí radica la total diferencia con la tradición, puesto que nadie es capaz de prever los resultados formales, ni las secuencias de trabajo.
Simplemente van apareciendo forma tras forma construyendo una secuencia ilimitada de tomas de decisión, que no finaliza hasta que no termina. La inmediatez de los resultados, la facilidad de
manejo y la ausencia de cansancio físico del medio, nos permite una indagación personal sin fronteras exteriores. Sólo nos frena el agotamiento psíquico. Podemos vaciarnos totalmente,
podemos extenuarnos. Como sistema de introspección es perfecto. Es el paradigma de aquella afirmación romántica que nos indica que: “la obra no se termina nunca,
simplemente se abandona”. Estamos en un medio que al no tener un final previsible nos obliga a dejar la ejecución de la obra y en consecuencia nos impide formular un final moral.
Estas son las primeras reflexiones que me provocan las obras expuestas. Pero estas mismas son las que me generan una leve desazón centrada en la intencionalidad de
la autora al seleccionarlas para su muestra. En la producción artística analógica existe un alto componente de autocensura en el proceso de creación y formalización. Eso es imposible en el
entorno digital por ser diálogo. La autocensura sólo es aplicable a la presentación de resultados. Digo y remarco “sólo” porque el proceso de formalización se produce por etapas que se sobreponen
unas a otras, con la posibilidad de avances y retrocesos entre ellas. Por lo tanto “sólo” en la selección final aparece ese componente de intimidad censora presente el todas las acciones
humanas.
A ese respecto vemos como la muestra reúne contenidos con estilos distintos de presentación. Unos basados en el color, otros en el blanco y negro, algunos más
en las relaciones geométricas que se contraponen a aquellas de tipo orgánico, aun otras absolutamente psicodélicas. En fin, incluso tenemos una flor. Todos ellos son mecánicos. Nos parece ver
engranajes, piezas salidas del torno, alguna que otra de fundición,… en todos los casos una referencia a la artificialidad y a lo innatural. A aquello que es la esencia de lo homínido y humano.
Porque nosotros somos en cuanto logramos hacernos en lo artificial. Bajo ese punto de vista lo que denotamos nos resulta muy cercano. ¿Qué flor natural puede superar a aquella que nos presenta la
autora? Ninguna. Si nos esforzamos un poco podemos oler su aroma, si la observamos con atención encontramos en sus pétalos toda la gama cromática, el espectro de la luz solar. Si la cogemos no
nos pinchamos y lo que es mejor, si la regalamos a nuestro actual amor no se marchitará como nuestro sentimiento y nosotros mismos. Simplemente pervivirá.
Pero yo sé, porque me lo ha dicho un ángel, que el inicio, el motivo de inspiración y de manipulación, son elementos naturales. Son imágenes obtenidas en la
naturaleza más auténtica, aquella que nos inunda con polen para provocarnos alergias. ¿Curioso, no? ¿Entonces qué ha pasado? Pues ha sucedido lo que es inevitable, la máquina ha mecanizado los
resultados. Realidad que ya señalábamos en párrafos anteriores cuando se hacía referencia a lo del idioma, que en el entorno digital se corresponde a un lenguaje máquina, porqué ser incapaz
de mostrar emociones, por ser objetivo sin posibilidad de interpretación. Por suerte nuestra, el agente activo de la conversación ha sido Lourdes. Ella ha puesto de su parte todo aquello que le
falta a la máquina. Ha interpretado perfectamente la diferencia existente entre lo discreto y lo lógico, ambos inmersos en lo digital. Uno de los pioneros del arte digital señalaba la importancia
en entender la realidad como la imbricación de lo lógico y lo analógico. Aquí debemos asimilar lo lógico con lo digital, pero con algunos matices. Lo lógico disfruta de una estructura jerárquica
por estratos y niveles, configurando un sistema “strictus sensus”, donde las interrelaciones vienen definidas por derivación. La estructura de lo digital es exactamente igual, pero el sistema se
organiza por la determinación de “utilidades” de las cuales cuelgan una larga serie de “usos”, no estableciéndose jerarquías. Debiendo entender “utilidad” como lo ejecutivo y “uso” como lo
beneficioso. Así pues, lo trascendente es establecer la nivelación, la igualación, la correspondencia entre ambos sistemas. En definitiva es lo que ha hecho nuestra autora. Logra trascender el
simple medio, supera la técnica y la tecnología para instalarse en el discurso, en el diálogo. Los resultados obtenidos no se corresponden a la mecanización porque se haya utilizado una máquina.
Por el contrario nos señalan la esencia de lo natural, aquella idea renacentista donde el mundo y el universo funcionan por principios mecánicos precientificos. En definitiva cumpliendo con la
máxima del arte como detonante del saber.
Pero aún me parece ver más intenciones que nos confirman esa realidad. El uso del pixelado, la propuesta de una visión desenfocada, la repetición de simetrías,
etc., parece indicarnos una clara apuesta por lograr aquello que analógicamente significa algún tipo de anomalía. El alto pixelazo es un procedimiento imposible de obtener por otros procesos
formalizadores distintos a los digitales. Esa vibración de los perfiles, esa voluntad de geometría perimetral, esa planificación de los volúmenes nos sitúa en un contexto aditivo, quizá
democrático, donde cada segmento, cada pieza se une a otra para configurar un todo. La voluntad del no foco parece introducirnos en ese campo de lo insinuado, de lo intuitivo, de lo visto y no
visto. Nos crea una neblina que nos obliga a afinar la vista y la mente y a estar alerta. Con la repetición de simetrías, que a su vez también es una repetición se logra reducirlo todo a la
unidad múltiple. Bonita contradicción, pero real en la obra expuesta. En cualquier caso recorremos casi todas las retóricas formales posibles en un discurso que nos dice: “Ojo aquí hay muchos
caminos. Con el tiempo los podemos recorrer todos”.
El mismo ángel que me ha indicado el uso de modelos naturales como motivo inicial de las obras presentadas, me ha informado que todo el proceso de manipulación, en
este caso mejor sería decir destilación formal, se basa en uno de los programas mas prestigiosos de maquillaje fotográfico. No daremos su nombre por no hacer publicidad gratuita, pero es
importante señalarlo. Lo es, porque en esta ocasión no se ha utilizado para aquello a que está destinado. Gracias al diálogo establecido se han exprimido sus posibilidades hasta el agotamiento.
Se le ha permitido simplemente que se expresara, que interviniera plácidamente en el acto de creación. Fuera maquillaje, fuera finalidad y destino, fuera cualquier utilidad, sólo aprovechar todos
y cada uno de los usos. Ello le ha obligado ha dejar de ser un medio, una herramienta, para instalarse simple lisa y llanamente en el ámbito moral de la búsqueda de alternativa.
Todo ello gracias a encontrar las respuestas a las tres preguntas que nos hacíamos al inicio. Aquellas referidas al libro de instrucciones. Si Lourdes ha llegado
hasta donde ha llegado, ha sido gracias a olvidarse de ellos, tanto en lo que se refiere al manejo del ordenador como a esos manuales de buen comportamiento y bien pensar. Ella sola ha
trasgredido todos los límites que nos parecían insuperables al inicio. ¿Cómo no maquillar fotografías? Pues simplemente no haciéndolo. Buscando lo alternativo, lo nuevo, porque créanme, lo que
estamos viendo son nubes, flores, árboles, etc. Son aquella lógica inherente en la analogía. Por eso no encontramos la representación, ni la reproducción. Hallamos la creación pura y dura. Porque
digitalizar es crear exnovo. Es discrecionar, definir mediante lenguaje objetivo todos y cada uno de los puntos y elementos que componen la forma. Se crea el texto y el contexto al unísono, sin
estridencias, sutilmente, pero sin posibilidad de error ni duda. No interpretamos, generamos.
Queridos lectores, hagan lo mismo que la autora, olvídense de lo que ven. No busquen ni manuales ni significados, simplemente relájense y contemplen, les aseguro
que encontrarán.
C-7 2009. 100 x 100 cm.
Endura metallic sobre dibond. Serie de 7
Premio adquisición XVIII Premio de Artes Plásticas Sala El Brocense. 2015
G-14 2010.
100 x 100 cm.
Poliéster sobre dibond.
Accésit IV Bienal Iberoamericana de Obra Gráfica Ciudad de Cáceres. 2011
Flor 2010.
100 x 100 cm.
Poliéster sobre dibond. Plástica Contemporánea Cacereña. Instituto Cervantes. Lisboa. Portugal. 2011
Finalista XIV Premio de Artes Plásticas Sala El Brocense. 2011
A-1 2008. 100 x 150 cm
Impresión directa sobre dibond.
Finalista XI Premio de Artes Plásticas Sala El Brocense. 2008